Algunas críticas pueden ser devastadoras. De hecho, es probable que si escarbas en tu pasado recuerdes una frase que te ha marcado para toda la vida. También es probable que esa frase encierre una crítica destructiva. Y es probable además que esa frase se active de vez en cuando, sobre todo en los momentos más difíciles, cuando sientes que has fracasado, que ya no tienes fuerzas para más o te atenazan las dudas. Sin saberlo, esa frase ha marcado tu vida, te ha definido como persona y sigue siendo un obstáculo.
Sin embargo, si quieres ser realmente libre y alcanzar todo tu potencial, es fundamental que aprendas a juzgarte según tus propias reglas, olvidando las críticas malsanas de los demás. Se trata de mirar en tu interior y dejar de criticarte usando el rasero que aplican los demás. Por supuesto, no es una tarea sencilla, sobre todo porque desde pequeños hemos estado sometidos a una dura crítica, ya sea por parte de nuestros padres, maestros o compañeros.
Muy pronto aprendimos que para ganarnos la aceptación de algunas personas era necesario cumplir con ciertos estándares. Esto que no solo significaba que debíamos seguir sus normas sino que poco a poco también fuimos asumiendo su visión del mundo. De esta forma, dejamos de valorarnos por lo que éramos y comenzamos a valorarnos según los criterios de los demás. Dejamos de disfrutar de las cosas que nos gustaban para hacer aquellas cosas que les gustaban a los demás. En ese momento cambiamos el placer porque el deber y caímos en una espiral negativa que nos fue arrebatando poco a poco algunas de nuestras posesiones más valiosas: la autoestima y la autoconfianza.
¿Por qué no deberías juzgarte siguiendo las reglas de los demás?
1. Porque jamás lograrás satisfacer a todos. Cada persona es un mundo, intentar satisfacerlos a todos a todos es imposible. Siempre habrá quien no esté de acuerdo con tus decisiones porque cada cual te juzga según sus propios valores y usando su propia vara. De hecho, Woody Allen afirmó en una ocasión: “No conozco la clave del éxito, pero se que la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo”.
2. Porque te quedarás sin energía para lo que realmente importa. Al intentar complacer a todos pierdes una energía preciosa. Mientras intentas comprender las expectativas que los demás han puesto sobre ti y te esfuerzas por agradarles, gastas gran parte de tu energía, una energía que puedes usar en proyectos que realmente te reporten una satisfacción personal y te hagan crecer.
3. Porque desperdiciarás tu tiempo. Intentar complacer a los demás y valorarse según sus criterios no solo es desgastante sino que también representa una enorme pérdida de tiempo. Mientras sigues las normas y los sueños de los demás, tu propio tiempo transcurre inexorablemente, por lo que corres el riesgo de llegar al final del camino y darte cuenta de que has vivido una vida que no te ha satisfecho, te arrepentirás de haber ido siempre en pos de los demás.
4. Porque te perderás a ti mismo. Uno de los problemas principales de juzgarte con los ojos de los demás es que pierdes tus coordenadas. A medida que haces tuyo su sistema de valores y adoptas su visión del mundo, te alejas de tu esencia, hasta que llega un momento en que te desconectas por completo. Por eso, no es extraño que cuando a algunas personas les preguntan qué quieren de verdad, no sepan responder. Han hecho suyos los deseos de los otros, perdiéndose en ese laberinto de convenciones sociales.
5. Porque nunca serás feliz. La felicidad no es algo externo a nosotros, proviene de nuestro interior. Por eso, seguir las normas de los demás es el camino más directo a la infelicidad. Cada vez que desistes de tus sueños, desoyes tus necesidades y pierdes el gusto por la vida, la felicidad se aleja un poco más.
¿Cómo aprender a juzgarte usando tu propia vara?
Nuestro sistema de valores, metas e incluso nuestras expectativas están influenciados por la sociedad. No podemos evitarlo. De hecho, no es algo negativo ya que, al fin y al cabo, debemos vivir en sociedad. Sin embargo, podemos aprender a reconectar con nuestra esencia. Escuchar lo que nuestro cuerpo y nuestro corazón nos dicen, en el sentido metafórico. Al inicio apenas los escucharás ya que hablarán casi en un susurro porque durante años no les has prestado atención, pero poco a poco irán ganando confianza y su voz será más fuerte.
Entonces podrás descubrir qué quieres de verdad, comprender qué te hace feliz, te emociona y te hace sentir vivo. En ese punto estarás preparado para juzgarte usando tus propios cánones, y descubrirás que son muy diferentes de los que te han enseñado. Recuerda que la vida no se mide por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento.
Fuente: Rincón del Tíbet
Lorena Medina Danessi, Psicoterapeuta ClíniIca de Pareja y Sexualidad