La vida es una constante sucesión de duelos. A lo largo del tiempo nos desprendemos de entornos, compañeros, familiares, amigos y parejas. Se rompen relaciones, se abandonan lugares, se finalizan etapas. Aparece el duelo.
Algunas de estas experiencias pueden ser dolorosas, pero el fallecimiento de un ser querido es sin duda la más dura. Son momentos muy difíciles, tanto que no sabes qué hacer para salir de esa espiral de dolor. No te exijas nada, no tengas prisa por encontrar soluciones y respuestas. No hay reglas escritas sobre qué es lo correcto cuando se pierde un vínculo importante e íntimo. Como seres humanos necesitamos tiempo para curarnos emocionalmente. Esa es precisamente una de las funciones principales del proceso de duelo.
“Si quieres poder soportar la vida, debes estar dispuesto a aceptar la muerte”
-Sigmud Freud-
Hay duelo donde hay sufrimiento
Algunas personas de tu entorno intentarán definir qué es lo que puede ayudarte más, incluso tú mismo puedes presionarte o encontrarte muy confundido. “No entres a su casa” «Mejor evita volver a aquel lugar” “Lo que tienes que hacer es regalar sus cosas” “No te tortures mirando sus fotos”.
Decide por ti mismo, no evites momentos o situaciones que sientes que tienes que vivir, porque eso a la larga provocará mayor sufrimiento. Haz y di, todo lo que debas y quieras. Equivocarse en decir algo no duele tanto como no haber dicho las cosas. Aunque te invada el dolor: decide por ti mismo.
Hay fallecimientos que pueden generar más impacto que otros. Si piensas que la muerte podía haberse evitado, si crees que la persona ha sufrido, si te falta información, si falleció después de una larga enfermedad o quizás la forma en que recibiste la noticia. Muchas personas refieren estar mejor durante los primeros días que al cabo de unos meses. Es una reacción absolutamente normal cuya función es protectora. El estado de shock inicial es una defensa mental que nos protege ante el dolor desbordante.
Enfrentando la pérdida
En ocasiones el choque inicial, dentro del proceso de duelo, va seguido de miedo, angustia, pánico, agitación, ira, confusión. El pensamiento es caótico, no puedes concentrarte en nada, todavía no asimilas lo ocurrido e incluso imaginas que todo ha sido una pesadilla.
Tu mente no funciona como de costumbre, eso es cierto, pero todo lo que estás viviendo es completamente normal, es lo que llamamos: desrealización (desconectarte del entorno) y despersonalización (desconectarte de ti mismo). Es la manera que tiene el cuerpo de gestionar el sufrimiento dosificándolo a lo largo del tiempo.
Encontrarse en este estado no es estar loco ni enfermo. El aturdimiento y la confusión forman parte de la vivencia de tu pérdida, el duelo es natural por muy dañino que parezca. Cuando una persona querida ya no está con nosotros la reacción más humana es sufrir.
Si ya no está contigo esa persona tan importante lo último que fluye en ti son sentimientos de euforia y alegría, y no debes forzarte a ello. Date tiempo y permítete tu espacio para sentir la tristeza. Es momento de entrar en contacto contigo mismo y en tu entorno necesitas sensibilidad, cuidado y respeto.
Y los objetos de recuerdo ¿es mejor guardarlos o tirarlos? El problema no está en si se conservan o no, la cuestión es: qué se hace con ellos. Los objetos tienen como función ayudar a conservar un vínculo que ha sido muy importante para ti. Permiten conectar con recuerdos y sentir que todavía existe una relación.
Si los objetos hacen que expreses tus sentimientos entonces están ayudando a que continúes por el buen camino del duelo. Pero si conservarlos es un modo de no aceptar lo ocurrido o de negar la realidad entonces no te van a permitir avanzar. No es cuestión de desprenderse de todos con prisa, no te precipites. Concédete un tiempo para decidir qué te gustaría hacer con ellos. Además, no permitas que nadie realice este trabajo por ti, hacerlo tú mismo aunque resulte doloroso, te ayudará.
“La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente”
-François Mauriac-
¿Hasta cuándo?
No te castigues a ti mismo, jamás te persigas acusándote de que ya deberías sentirte mejor. Tus tiempos son tuyos, y el peor enemigo del duelo es no permitirse sentir. A partir de cada pérdida vamos aprendiendo lo que es realmente profundo e importante para nosotros. Ordenamos emociones y prioridades y crecemos personalmente. Si bien nada vuelve a ser igual, desarrollamos nuevas formas de superar las dificultades y de enfrentarnos a nuestros conflictos.
El duelo es una herida provocada por la falta de relación. Esta falta nos conduce a cuestionarnos sobre el sentido de la vida. Por ello las crisis vitales nos confrontan con muchas preguntas. Como seres humanos somos buscadores de sentido, y cuanto más lo persigamos, más huirá de nosotros.
El sentido no es una parada en el camino, no es una respuesta puntual, es una forma de caminar por la vida. Y precisamente a través de la perdida y el duelo vamos encontrando nuestro modo de continuar. No quieras ir deprisa, el único lugar al que tienes que llegar es a ti mismo.